De la privación afectiva a la sobreprotección
En los últimos años, observamos una clara evolución en la organización de la familia. Se sigue teniendo la idea de que detrás de un niño o adolescente problemático, encontramos falta de afecto o una familia que maltrata. Actualmente, el verdadero problema ya no es un modelo de familia con una rígida jerarquía ni con privaciones afectivas. Es justo lo contrario, por miedo a privar a nuestro hijo de algo, se le sobreprotege.
Estos cambios en el modelo de familia se hacen visibles, por ejemplo, en el retraso de la salida de casa de los jóvenes, no motivado únicamente por la crisis económica. La revista Time publicó una encuesta entrevistando familias en las que todavía vivían hijos de más de 30 años, a pesar de tener ya una ocupación y ser independientes económicamente. A la pregunta de los motivos que empujaban a esta elección, los treintañeros respondían: «¿Para qué irme a vivir solo? Mi padres me miman, cocinan mejor que el restaurante, las camisas las planchan muy bien, encuentro mi habitación siempre ordenada y perfumada; me resuelven todas las dificultades: van en mi lugar a hacer las gestiones, a la compañía de seguros, a buscar el correo, a hacer cola en los despachos, al banco, llevan y recogen el coche del mecánico, es fantástico!»
Por otro lado, los padres afirmaban: «El amor nunca ha hecho daño. ¿Quién mejor que nosotros, los padres, puede ayudarle en sus dificultades? Está con nosotros porque sabe que siempre puede contar con nuestra comprensión».
Esta es una forma patógena de relación familiar. Partiendo del amor, los padres llegan a retrasar e incluso bloquear la autonomía e independencia del joven.
“Con las mejores intenciones se obtienen, la mayoría de las veces, los peores efectos”. Oscar Wilde
En el Centro de Terapia Breve Estratégica de Arezzo, Giorgio Nardone y su grupo de investigación-intervención, estudian los modelos de relación entre padres e hijos que dan lugar a problemas. Han observado que el modelo que aparece de forma más frecuente en la actualidad, es precisamente el Modelo Hiperprotector, con las siguientes características:
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Los padres tienen la misión de hacer la vida de sus hijos lo más fácil posible.
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Sobreabundancia de cuidados y de “asistencia rápida”: correr a solucionar la más mínima dificultad del hijo para que él no sufra.Llegando incluso a hacer las cosas en su lugar.
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Su lema es:“Dinos lo que necesitas que nosotros te lo procuraremos”.
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Constante y excesiva preocupación de los padres por todo lo que concierne al hijo.
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Control con reiteradas preguntas, por parte de los padres a los hijos, orientado a prevenir o anticipar posibles dificultades.
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Las normas en casa pueden cambiar en cualquier momento, sobre todo si resultan muy duras o frustrantes para el hijo.
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Los premios y regalos no dependen de lo que el hijo haga, le corresponden por derecho.
¿Qué consecuencias trae este modelo de familia para los hijos?
¿Cuál es el mensaje que les enviamos si hacemos las cosas en su lugar y no dejamos que aprendan por ellos mismos? ¿Les estamos ayudando de verdad o quizás estamos creando jóvenes inseguros e incapaces que se rinden a la más mínima dificultad?
Cuando le sobreprotegemos, enviamos dos mensajes a nuestro hijo: un primer mensaje es de amor: “te quiero y por eso te protejo”, el otro, más sutil pero no menos importante, es “lo hago yo por ti porque tú sólo no puedes”. Un mensaje de incapacidad que va calando en el niño y que funciona como una profecía que se acaba cumpliendo.
Y así, acaban por no creer en sus capacidades, se vuelven inseguros, y por lo tanto, se desaniman a la más mínima dificultad, no logran asumir riesgos y menos aún, responsabilidades.
Pretenden que los padres los ayuden en los deberes escolares, en las peleas con los compañeros de la escuela y en las más mínimas dificultades, y reaccionan a menudo con agresividad si sus necesidades y deseos no son satisfechos inmediatamente.
En este modelo de familia, los principales problemas con los que nos encontramos a medida que los hijos crecen son los siguientes:
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Dificultades escolares: problemas en el rendimiento académico y/o en el comportamiento que llevan a evitar la escuela, a cambiar de clase/escuela, o incluso a abandonar los estudios.
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Trastornos de ansiedad.
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Dificultades relacionales: desengaños amorosos que no consiguen superar o relaciones tóxicas, que pueden desembocar en una actitud depresiva.
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Trastornos de la sexualidad y de la alimentación.
Cuando esta forma de interacción familiar se ha tornado rígida, la terapia familiar ayuda a flexibilizar este patrón de relación entre padres e hijos, creando una sana jerarquía en el seno familiar y permitiendo a los hijos que descubran sus recursos personales y ganen confianza, exponiéndose ellos mismos a los retos y dificultades diarias.